domingo, 19 de diciembre de 2010

Teatro

Nervios, tensión, ilusión... millones de sensaciones se agolpan en el corazón, empujándolo y haciendo que cada vez palpite más y más fuerte.

Ha llegado el momento, atrás quedaron los ensayos, formando ya un recuerdo del pasado. Un pasado cercano, tan próximo, que tan sólo unas horas antes, se estaban ajustando los papeles. Pero a la vez lejano, porque ahora es la hora de la verdad.

Tímidamente ha ido entrando el público, hasta llegar a formar un gran barullo, que impacientes escuchamos tras el telón.Y tras su eco nos preguntamos "¿les gustará?,¿se reirán?..."

De repente, las luces se apagan, y por arte de magia se produce un silencio atronador, un silencio extraordinario, un silencio único. Quizá sólo dura unos pocos segundos, pero parece eterno, como si la obra no fuera a comenzar nunca...

Y en esos segundos de oscuridad, entre las bambalinas, sólo se escuchan los veloces latidos de nuestros corazones, y algún que otro "mucha mierda". Esa frase que cuando la escuchas piensas: "todo va a salir bien, ya está hecho"

Y no me preguntéis el porqué, pero al final, es lo que ocurre. Al final, todo ese esfuerzo, se ve recompensando con las risas del público, con alguna que otra carcajada, con los aplausos...

Y es que cuando la obra acaba, te sientes lleno, triunfante, frenético... Es maravilloso,  escuchar ese sonido de la gente que ha venido a disfrutar de lo que haces, de los que hacéis, del maravilloso mundo del teatro.

Es indescriptinle, alucinante, increíble, lo que sientes encima del escenario. Volver a vivir ese no sé que, que hacia tanto que no notabas, que anhelabas como el más preciado tesoro, que deseabas por encima de todo.

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