Sus rayos me rozan tímidamente las mejillas, me acarician, me susurran dulcemente al oído:"ven aquí, tranquila, yo te daré calor, yo te abrigaré del frío de esta mañana de invierno".
Me arropa ligeramente, haciéndome recordar tiempos mejores, otras épocas, otros días en que su abrazo era eterno. En qué incluso, su abrigo me quemaba, me abrasaba, hacia que mi cuerpo ardiera en el silencio, que todo mi ser se quemará por dentro, notando escalofríos al sentir su textura sobre mi cuerpo, notando como chispas hacían que mi vello ardiese con su roce...
Sintiendo como su susurro resbalaba por mi piel, originando que mi cuerpo se estremeciese, que mi corazón palpitará más y más rápido, que mis extremidades se retorciesen cuales enredaderas trepan buscando en el infinito más calor; que mi aliento se convirtiese en un halo de su vapor; que mis ojos brillasen, tiernos y a la vez deseosos, jadeantes... ansiando que no acabará nunca, que fuera infinito.
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