miércoles, 15 de diciembre de 2010

Caprichoso destino

No quería, pero sin darse cuenta, él aparecía en sus pensamientos. Cada vez que se colaba en su cabeza, todo su cuerpo lo advertía. Su piel se volvía más sensible, los pelos de sus brazos se erizaban, sus labios se tornaban más tiernos y rojizos, sus pechos se erguian, y de su cuerpo brotaba la pasión.Sabía que no podía ser, que sólo era atracción, ¿cuanto tiempo duraría aquel estado?¿lo aguantaría?¿o se dejaría llevar por los instintos, por la furia desatada?Tal vez si probase de aquel veneno que la consumía y al tiempo le hacia sentirse viva, saciaría su sed. ¿Y si no era así?¿Y si al beber de aquella fuente no se colmase nunca?¿y si aquel manantial fuera único?

Ella apareció en su vida, como tantas y tantas personas. Tenía algo, no sabía muy bien el qué, pero tenía algo. Quizá su mirada penetrante, sus labios provocadores del deseo, o sus curvas que incitaban al desenfreno. Lo sabía, se había encaprichado, sabía que era una más, una de tantas... pero a la vez era distinta.Sentía la necesidad de probar la esencia de sus besos. y no sabía porque, simplemente su cuerpo se lo pedía. Le reclamaba calmar su sed con ella.

La atracción era intensa. Era muy sencillo, se atraían como los polos opuestos de los imanes. Sus cuerpos querían arden en la misma hoguera, bajo las llamas de placer. 

Y el caprichoso destino jugo su papel dejándoles el tiempo, el momento idóneo para unir sus cuerpos, para dejarse llevar por los deseos, por el apetito sexual que sentían el uno hacía el otro. Mezclaron sus vivencias, sus ardores, sus sudores, sus fluidos... Dejaron actuar a los impulsos, a la pasión, al delirio...

Capricho destino que les hizo sentirse vivos, ardientes... Que les hizo encender una fogata en medio de la nada, que les hizo unir sus cuerpos en el eco de sus gemidos.

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