Varada en la playa, como una ballena abandonada por el mar, descansa dejando que éste suba por sus piernas y corretee por su cuerpo desnudo, enredándose en sus curvas y clamando al deseo.
Mientras tanto el sol hace de las suyas, calentándole poco a poco, pausadamente, hasta conseguir hervirle la sangre, arrancandole un suspiro de placer.
No sabe como llegó hasta allí, pero se quedaría mil horas compartiendo con el mar, el sol y sus manos aquellos momentos.
Porque sus manos envidiosas de ellos, habían tomado protagonismo en el juego.
Se deslizaban pos sus senos, bordeándolos, pellizcándolos, endureciéndolos, tensándolos fruto del deseo.
Y resbalaban por sus caderas llegando al monte de Venus, que escondía tras su vello, el erotismo del momento. Y sus dedos jugaban, risueños, con la perla del misterio, haciendo brotar gemidos, suspiros.. resbalando por sus piernas el libido deseo.
Traviesos penetraban entre sus labios, junto al mar, como tímidos viajeros.
Excitándose cada vez más y más, gimiendo a la par que rompían las olas en su cuerpo, ardiendo en su interior, hasta explotar quedándose vacía por dentro.
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