domingo, 16 de enero de 2011

Idris

Por la mañana, muy temprano, unos toquecitos hacen que te despiertes paulatinamente. Es ella, que como cada día topa su hocico contra ti, y es que lleva toda la noche durmiendo plácidamente, pero cuando el sol empieza a esbozar una sonrisa en el horizonte no aguanta más, y necesita salir a toda prisa de casa. Pero medio paciente, medio nerviosa, espera a que tu te despereces, te laves la cara, vayas al baño e incluso a veces que desayunes. Eso si cuando oye el ruido de la campanita que hay en su cadena, no puede parar de botar y saltar, porque por fin podrá salir a la calle junto a ti.
Y esos momentos son los mejores de su día a día, cuando por las abarrotadas calles del barrio te guia. Ella siempre va con su rabo bien alto, porque sabe que su labor es la más maravillosa que un perro pueda realizar. Comprende que es tus ojos, que te fías plenamente de ella, y que juntas formáis un equipo estupendo ya que os compenetrais a las mil maravillas: las dos camináis deprisa, os encanta ir a pasear por el monte, y os gusta el cine, a una por las películas y a la otra por las palomitas. 

Hoy para ella es un día como tantos otros, una vuelta por el barrio, comprar el pan, y a casa para hacer la comida y descansar. No sabe si por la tarde toca ioga, o  gimnasio y ajedrez, pero no le importa porque le encanta estar en ambos sitios, ya que siempre hay alguien que le acaricia  y le dice lo guapa que está y el pelo negro tan estupendo y brillante que tiene. Porque ella como su dueña es muy presumida, por eso le encanta lamerse las patitas para estar siempre bien limpia.

Llegada la noche y una vez hecho el ritual de cenar, se va a su cama a descansar. En realidad aún no duerme, pero le gusta tener esos ratitos para ella, esos ratitos de relajación, y de paz. A medida que pasan los días le gusta más tener esos momentos para ella misma. Se da cuenta de que poco a poco se va haciendo mayor, pero en su mente de perro no comprende porque los años son más duros para ella que para su dueña. Y su dueña, tú, aún siendo consciente, no lo entiendes. Porque los años que has estado junto a tu querida perra te han parecido efímeros. Y mientras piensas en ello una lágrima te brota por la mejilla porque sabes que al día siguiente vendrán a llevársela porque está tan mayor que le cuesta mucha caminar y sus ojos no pueden guiarte como lo hacían antes. Y a la vez que cabilas y reflexionas en ello, tu mano  dándole las buenas noches, le acaricia su cabeza y su tripa como si fuera la primera vez que lo hiciera, aún sabiendo que es la última.

Idris, estés donde estés, hoy es tu 13 cumpleaños.



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